Una de las señales de alerta que nos que nos puede hacer sospechar de que un niño/a puede padecer un trastorno del espectro autista es la falta de contacto ocular. Nuestra ex-alumna del máster de TEA, Yolanda Galiana Guillem, nos habla en el siguiente artículo de este y otros aspectos.
Una de las señales de alerta que nos que nos puede hacer sospechar de que un niño/a puede padecer un trastorno del espectro autista es la falta de contacto ocular. Nuestra ex-alumna del máster de TEA, Yolanda Galiana Guillem, nos habla en el siguiente artículo de este y otros aspectos.
A día de hoy, el autismo se está haciendo cada vez más presente en nuestra sociedad. No es de extrañar encontrar alguna referencia a este trastorno en las noticias u oírlo mencionar en alguna conversación con un familiar o amigo. Esta conciencia social viene acompañada de numerosas investigaciones que se están llevando a cabo con el fin de descubrir su origen. Sin embargo, sigue sin saberse a ciencia cierta qué es lo que genera su aparición. Muchos han sido los estudios que han afirmado que tiene un fuerte componente genético y ya han sido detectados algunos de los genes que tienen relación con él. Aún así, estas investigaciones quedan alejadas del plano más práctico, es decir, del intento de mejorar la calidad de vida de aquellos que lo padecen y de las personas de su entorno. Pero, ¿por dónde empezar para poder ofrecer el tratamiento más adecuado?
Una de las claves para realizar una intervención eficaz es la detección precoz. Por suerte, los profesionales están cada vez más atentos a los signos que advierten de la presencia del trastorno y día tras día se realizan
diagnósticos más precisos y acertados. De entre las señales de alerta se encuentran que a los 12 meses no responda a su nombre, no señale para pedir algo, no se interese por juegos interactivos y que muestre poco contacto ocular. Este último tiene un papel relevante en la interacción social y por ello vamos a indagar tanto en su importancia como en su ausencia en el trastorno del espectro autista.
La mirada: otra manera de comunicarse
Tal y como ya anunciaba Aristóteles, el hombre es un ser social por naturaleza y se diferencia de los demás animales por su capacidad para hablar, permitiendo así la comunicación entre unos individuos y otros. Ahora bien, ¿es la palabra la única manera en la que nos podemos relacionar? Ciertamente no lo es.
“Dependiendo de la emoción que identificamos en los ojos de la otra persona –y la que ellos detectan en nosotros-, modulamos nuestra conducta”.
La comunicación es entendida como el intercambio de información entre dos o más personas. Este proceso puede llevarse a cabo de forma verbal y no verbal; comunicarse verbalmente implica hacer uso del lenguaje mientras que la no verbal no necesita de la palabra para transmitir información. ¿Qué las diferencia además del uso de la lengua? La conciencia que tenemos de la información enviada. Cuando nos comunicamos de forma verbal decimos exactamente lo que queremos decir, tenemos pleno control sobre el mensaje que estamos enviando. Sin embargo, no ocurre lo mismo con la comunicación no verbal, modulada por aspectos de los que no somos conscientes como son la distancia que guardamos con la otra persona, el tono de voz que usamos, los gestos, la postura corporal que adquirimos, nuestra expresión facial o la mirada. Ésta última ejerce importantes funciones sociales y es por ello necesario estudiar más de cerca su ausencia en las personas dentro del espectro autista.
El contacto visual es esencial para mantener la conexión entre dos personas que se están comunicando. Si miramos a los ojos a una persona que nos está hablando, le estamos transmitiendo que le estamos prestando atención y nos interesa lo que nos dice. Sin embargo, si mientras habla estás paseando la mirada por toda la habitación o mirando el reloj compulsivamente, estás haciéndole ver que no tienes ningún interés en la conversación.
Además de ser un indicador de atención e interés, la mirada también delata otros aspectos sobre nosotros mismos como son nuestras emociones. Tal y como afirma Paul Ekman (profesor de Psicología de la Universidad de California) los ojos son capaces de expresar las seis emociones básicas: sorpresa, miedo, enfado, rabia, felicidad y tristeza. Dependiendo de la emoción que identificamos en los ojos de la otra persona –y la que ellos detectan en nosotros-, modulamos nuestra conducta. Así pues, si estamos hablando con alguien y empieza a parpadear más rápido o desvía la mirada, podemos comprender que el tema la pone nerviosa y tensa y desviaremos la conversación para dejar de incomodarla. El contacto visual nos ayuda a comprender cómo se siente la otra persona y permite que ella entienda cómo nos sentimos nosotros. ¿Qué ocurre pues cuando éste no se produce o se evita como sucede con las personas dentro del espectro autista? Toda esa información que permite establecer relaciones con los demás se pierde.
Contacto visual en el autismo
¿Por qué las personas autistas evitan el contacto visual? Una investigación hecha en 2005 en la Universidad de Wisconsin-Madison comentaba que el cerebro de la persona autista interpreta el contacto visual como algo amenazante. Incluso rostros familiares son percibidos como no confortables, según estudios neurofisiológicos.
Otra razón por la cual las personas dentro del espectro no miran a los ojos podría ser explicada por un estudio realizado por Ami Klin junto al equipo de investigadores del Marcus Autism Center del Hospital Infantil de Atlanta. En esta investigación se desarrolló un método de detección temprana del autismo a través del cual se detectaba la dirección de la mirada en bebés. Descubrieron que los bebés que más tarde desarrollarían el trastorno fijaban más su mirada en los labios que en los ojos. A diferencia de los niños autistas, aquellos que no desarrollan el trastorno prefieren mirar a los ojos antes que a ninguna otra región de la cara tal y como afirmaba un estudio realizado por Morton y Johnson en 1991. Dado que a través de la mirada se identifican las emociones, el hecho de que las personas dentro del espectro no fijen su atención en los ojos podría ser una explicación al por qué presentan problemas reconociéndolas.
Ahora bien, a pesar de conocer las razones por las cuales quienes están dentro del espectro no miran a los ojos, ¿sería posible fomentar esta práctica?
Técnicas para fomentar el contacto visual
- Durante una actividad con el niño, evitamos dejar todos los materiales a su alcance. De este modo podemos ir dándoselos de uno en uno, fomentando así que interactúe con nosotros para pedírnoslos. Por ejemplo, si la tarea consiste en hacer un puzzle, las piezas las colocamos fuera de su alcance. Cuando nos pida la pieza (ya sea verbalmente o mediante pictogramas si ese es su método de comunicación), la ponemos delante de nuestros ojos o nuestra nariz para que tenga que mirarnos a los ojos para cogerla.
- Colocamos el objeto de su interés sobre nuestra cabeza e ir bajándolo lentamente pasando por nuestros ojos, nariz… Si aun así no conseguimos su atención, cogemos una de sus manos y tocamos con ella nuestra mejilla, nariz, ojo… Así atraemos su atención y mirada hacia nuestra cara.
- Situamos en un recipiente transparente el objeto que le interesa. Lo colocamos delante de nuestra nariz, boca y barbilla, dejando a la vista sólo los ojos. Aguantamos con el cubo en esta postura hasta conseguir el contacto visual. Una vez nos mire, le damos el objeto.
- Cada vez que el niño nos traiga algo, antes de cogerlo nos colocamos a su altura y elevamos su mano al nivel de nuestros ojos para favorecer el contacto ocular.
Bibliografía
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Macrae, C. N., Hood, B. M., Milne, A. B., Rowe, A. C., & Mason, M. F. (2002). Are you looking at me? Eye gaze and person perception. Psychological Science, 13(5), 460-464.